Ya se habla de un reacomodo de las fuerzas políticas para
lo que será el año 2017, donde seremos testigos de la madre de todas las
batallas, ya que las relaciones de poder completas estarán a un tris de un cambio
profundo, renovador, como hace años no ha ocurrido.
Casi en esta misma fecha el próximo año, miles de chilenos y de
ciudadanos con derecho a sufragio, concurrirán nuevamente a las urnas esta vez
para elegir desde Presidente de la República hasta consejeros regionales, los
CORES, aquellos que nadie sabe que hacen pero que cobran mensualmente a costillas del
erario público.
Se elegirán además Senadores en las llamadas regiones
impares, la Cámara de Diputados completa y probablemente, hasta se elija al
nuevo Gobernador Regional, esa figura extraña, jabonosa casi irreal llamada a
reemplazar a los vetustos Intendentes Regionales y a la cual ya nos hemos
referido en ocasiones anteriores.
Será una gran oportunidad de cambio donde las fuerzas del orden establecido, del sistema político
que premia la mediocridad y rinde tributo a quienes han transformado el servicio
público en una profesión rentable, sufrirán la peor de sus derrotas.
Pero por qué me atrevo a realizar esta apuesta a un año de la elección, donde evidentemente los partidos tradicionales y los nuevos
viejos movimientos político –esos que tienen discurso de veinteañero
independiente pero mañas de de viejo radical- harán algo más que una jugada
para mantener el estatus quo, es decir, la situación actual que critican de la
boca para afuera.
Pienso, como miles de personas, que lo que acaba de
ocurrir este domingo 23 en las elecciones municipales, no sólo fue la derrota
en algunas comunas emblemáticas del duopolio político que nos ha gobernado,
sino que principalmente, el empoderamiento real de la ciudadanía, que ahora
sabe que sí es posible cambiar con algo de organización ciudadana, que sí es
posible abrir la ventana para que entre aire fresco y los mismos frescos
aprovechen de irse.
La ciudadanía constató que sí es posible un cambio desde el
interior del sistema, desde la propia institucionalidad construida por los
partidos políticos tradicionales, y escúchenme, porque creo que no
desaprovecharemos esta ocasión de terminar el trabajo ya comenzado.
Hace rato que propios y extraños vienen coincidiendo en
el mal estado en que se encuentra la política y quienes se han dedicado estos
años a ella, y aunque todavía me cuesta entender cómo partidos como la UDI que
en esto se han transformado en el símbolo de lo que la gente detesta y desea
cambiar, han tenido hoy resultados que en vez de aterrizarlos los elevan.
Y esto, por extraño que parezca, tiene su respuesta más
probable en el hecho de que los electores han sabido en cada caso diferenciar al
partido de las personas, de sus integrantes, y seguramente por ello y por las
propias cualidades que con certeza tienen esos candidatos, es que sigue siendo un
importante partido en nuestro país.
Lo cierto es que apuestas más o apuestas menos, en mi
criterio hoy estamos en un nuevo punto de partida para recuperar la confianza
extraviada en una actividad tan importante como necesaria: la política, esa que
se escribe con mayúscula.